Esta guía trata sobre algo más de 40 especies de plantas comunes pertenecientes a cuatro familias botánicas relacionadas: pastos o gramíneas (poáceas); cortaderas o juncias (ciperáceas); juncos (juncáceas) y eneas (tifáceas). Todas estas plantas tienen cierto aire de familia entre ellas, con hojas estrechas y alargadas (lineares) y flores pequeñas y poco vistosas, protegidas por pequeñas brácteas verdosas, cremas o cafés.
Los pastos son la familia de plantas dominante en las sabanas, praderas, potreros y otros ecosistemas abiertos, moderadamente húmedos, alrededor del mundo. En las zonas altas de Colombia, por encima de 2000 m de elevación, la gran mayoría de áreas dominadas por pastos han sido creadas por los seres humanos, mediante las quemas y la deforestación. Estas áreas de pastos y potreros a menudo son usadas para el pastoreo de ganado vacuno y otros animales domésticos.
Antes de la gran intervención humana de los últimos milenios, las áreas de pastizales naturales en las zonas altas de Colombia debieron estar restringidas a los páramos en la parte más alta de las montañas, a zonas localizadas de enclaves secos con suelos pobres, a áreas sujetas a incendios naturales, y a pequeñas franjas en los bordes de ríos y humedales, donde el subir y bajar de las aguas dejaba expuesta la tierra, lista para el desarrollo de las veloces gramíneas.
Las ciperáceas se desarrollan especialmente en los suelos más ácidos, pobres en nutrientes o sujetos al encharcamiento. Los juncos y eneas en áreas pantanosas.
Todas estas plantas son valiosas por formar una rápida cobertura sobre suelos descubiertos, que los agarra y protege de la erosión. Ofrecen refugio a una variedad de animales de las praderas y humedales. Y ellas mismas son alimento de animales, desde pequeñas orugas hasta grandes mamíferos como los caballos y el ganado vacuno.
En la actualidad, la mayor parte de los potreros de clima frío están dominados por pastos exóticos, originarios de África y Europa. Las especies nativas siguen estando presentes, en forma marginal en los terrenos más fértiles y pastoreados y todavía dominan en los páramos y enclaves secos o con suelos más pobres.
Son precisamente los potreros que crecen sobre suelos más secos, ácidos y pobres en nutrientes, los más ricos en especies de flora. En este tipo de potreros de baja intensidad productiva para el ganado doméstico, es donde crece la mayor cantidad de especies de pastos acompañados por una amplia variedad de flores silvestres.
Muchos de los pastos nativos crecen en manojos (macollas), favoreciendo que entre planta y planta quede tierra expuesta, donde ciertas aves de las praderas (como la amenazada alondra del altiplano cundiboyacense) encuentran un hábitat despejado y alimento adecuado. Al parecer, estas aves de las macollas no han logrado adaptarse a la invasión del introducido pasto kikuyo, que forma densas y continuas alfombras sobre el suelo. Por esto ya casi no se observan estas aves en los prados más fértiles, que el kikuyo cubrió por completo.
La intensificación cada vez mayor de la ganadería, la mejora de los pastos para el aumento de la producción ganadera, el aumento en los aportes de nutrientes (nitrógeno, fósforo, etc.) por medio de los abonos, sumados al uso de pesticidas cada vez más potentes, han transformado y siguen transformando los potreros, aumentando su productividad para la ganadería, pero a la vez imponiendo la uniformidad, el dominio de muy pocas especies de pastos, reduciendo las praderas de flores silvestres y reduciendo en forma cada vez más drástica las poblaciones de muchos de los animales de pradera: abejorros, abejas, mariposas, saltamontes, etc.
Muchas de estas especies encuentran refugio ahora en los prados y terrenos más pobres, en los cerros y colinas erosionados, zonas marginales donde siguen dominando sistemas ecológicos con bajo contenido de nutrientes.
Para recuperar praderas más nativas o biodiversas, la siembra o reintroducción de pastos nativos no suele ser una estrategia adecuada. Funcionan más los cambios de manejo del terreno donde crece la pradera. Una reducción en la cantidad de abono que se le aplica, cambios (aumento o disminución, según los casos) en la frecuencia del pastoreo y los cortes que se le hacen, reducir o eliminar el uso de pesticidas, permitir el encharcamiento de ciertas áreas. Son cambios que pueden hacerse más en reservas naturales, ya que no parecen resultar económicamente viables en muchas áreas de producción intensiva.
En fincas de recreo, que tengan áreas de ladera, con suelos ácidos y relativamente pobres en nutrientes, es posible crear hermosas praderas de pastos altos y flores silvestres en áreas que actualmente se manejan como céspedes. Para lograrlo, sólo se necesita cambiar la frecuencia de los cortes del pasto: en lugar de estarlo cortando cada mes o cada dos meses, se lo debe dejar crecer alto y cortarlo sólo dos o máximo tres veces al año. Así, las flores silvestres tendrán tiempo de florecer y producir semillas, para renovarse. Un sitio como este se convertirá en un refugio de saltamontes, mariposas y abejas. De todas formas, hay que aceptar que aquí seguirán dominando especies introducidas, como el pasto de olor, el pasto poa, los carretones y otras. Pues estas especies son ecológicamente dominantes y no hay una manera efectiva de erradicarlas (ni es necesario hacerlo). Son especies que se asocian ahora con la biodiversidad local en los neo-ecosistemas de praderas andinas del siglo XXI.
NOTAS
Los datos sobre la ecología de cada una de las especies de esta guía salen sobre todo de mis observaciones personales de los últimos 30 años. Hay ciertos datos, como la longevidad de muchas especies, que no se han estudiado a fondo. Por eso, la información que se da es apenas un estimado basado en algunas observaciones mías sobre cada especie. Hay que tomarlos con precaución, esperando a que estudios más sistemáticos nos puedan dar más luces sobre éste y otros interesantes aspectos de la vida de las plantas.
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